El Nàstic empieza esta tarde (19.00) ante el Valencia Mestalla una temporada en Segunda B que espera que le devuelva a la LFP.
Van a ser diez meses eternos, de partidos, entrenamientos, alegrias y penas, dudas y esperanzas, lesiones, goles, errores en defensa, polémicas, malas y buenas rachas, y una sola meta que el Nàstic tiene muy clara a día de hoy: llegar al play-off para, una vez allí, intentar el regreso inmediato a la Liga de Fútbol Profesional perdida hace menos de tres meses.
Un sendero tortuoso, exigente, del que hoy se recorren apenas los primeros pasos: el equipo de Kiko Ramírez debuta esta tarde (19.00) en Liga en su Nou Estadi ante el Valencia Mestalla. Una primera jornada que, lo dice la experiencia, no sirve de indicador de casi nada, pero cuyos puntos valen tanto como los de la última y en la que, como siempre –y es una obviedad–, es preferible salir vencedor.
Huelga recordar que el fútbol no es una ciencia. El azar y lo impredecible, benditos ambos, corrompen a menudo la lógica. No obstante, cualquier técnico preferirá siempre comenzar la Liga con un triunfo convincente. Más aún si se juega en casa. Más aún si el guión, por presupuesto, historial, talento y autoexigencia, obliga a pasar la temporada entre los mejores.
Luego ya están las hemerotecas para recordar centenares de éxitos que comenzaron con una derrota en la jornada inaugural, y fracasos estrepitosos que nacieron entre el jolgorio de un debut exitoso. De modo que, pase lo que pase esta tarde, no habrá material para hacer todavía juicios a largo plazo.
Pero que tampoco eso induzca al conformismo: a este equipo hay que exigirle lo máximo desde el primer día y en casi todos su partidos. Más allá de que ni una victoria ni una derrota, aisladas, signifiquen nada, es indudable que, para terminar donde pretende hacerlo, el equipo de Kiko Ramírez podrá permitirse pocos tropiezos.
En eso va a consistir la metamorfosis: en mutar desde la depresión de un club descendente, acostumbrada a la derrota y a la angustia de la zona baja, a la ilusión y ambición propias del que se siente grande y debe imponer autoridad semana tras semana.
Síntomas positivos
La pretemporada, en este sentido, ha dejado muchos síntomas para la esperanza, sobre todo en lo que se refiere a la solidez del bloque. La defensa, portero incluido, se adivina como el gran valor de este equipo, apuntalada sobre figuras que ya eran aptas para la Segunda A y que ahora apuntan a estrellas de la categoría de bronce. En cuanto al ataque, y a la espera de ese colofón llamado Perera al que el club grana aún no renuncia, se ha apostado por talento, sí, pero con mesura y raciocinio: jugadores de calidad adecuados a la categoría.
En esa faceta, el Nàstic tiene todavía bastante que demostrar. Lo que han tardado en llegar los fichajes y algunas lesiones lo han impedido, y de hecho, el principal temor entre la parroquia grana es que lo siga impidiendo hoy. La tardía llegada de Uriarte, que aún no está al 100%, y las lesiones de Marcos y Virgili, dejan a Eloy como único punta disponible. Y todo apunta a que Kiko preferirá reservarle como cartucho de recámara y apostará por Aarón Bueno como ariete de inicio.
Un mediapunta, pues, que se desenvolverá por delante de otros tres: a priori, Quintana, Calderón y David Haro. Ellos tres, con velocidad, descaro y movilidad, han dado grandes sensaciones en pretemporada, y el añadido de Aarón Bueno le confiere a la vanguardia granate cierto aire de gran potencia –falta de gol aparte, algo que la recuperación y puesta a punto de los delanteros deberá corregir en las próximas semanas–.
De modo que al Nàstic de hoy, aunque hay que exigirle, hay que observarlo también con reservas. Las de un equipo en formación, al que puede que le falte una pieza –la mejor–, y con varias todavía llegando a su estado óptimo de forma.
Rival imprevisible
Aun con ello, debería bastar para dibujar un escenario optimista a corto plazo, y para superar al Valencia Mestalla, rival imprevisible, de talento pero inexperto –y más ahora, en la primera jornada–, y que además ha perdido este verano a varios jugadores importantes, sobre todo Paco Alcácer, ascendido al primer equipo. Peligroso, aun así, el bloque de Sergio Ventosa, por aquello de que la gente de calidad, «si tiene una buena tarde» –como advertía Kiko Ramírez el viernes–, es prácticamente imparable.
Ante ellos, los canteranos valencianistas, comienza hoy el largo viaje del retorno. Un camino prolongado, exigente y aterrador, pero también hermoso, ilusionante y quién sabe si a la postre eufórico. El Nàstic lo merece. Tornem-hi, doncs. Buen viaje.
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