miércoles, 18 de noviembre de 2009

La herencia de Valdez esconde más alegrías

miércoles, 18 de noviembre de 2009 | Paco Rius

El legado de Óscar Rubén Valdez en el Valencia continúa.
Se llama Juan Darío, es su nieto, tiene sólo quince añitos y juega de delantero en el Cadete B. El pequeño de los Valdez lleva, como su abuelo, el gol en la sangre. Ha marcado en los cinco partidos de Liga en Primera Regional y se ha convertido en el tercer máximo goleador de la escuela con ocho goles. Les unen los lazos familiares y hasta un increíble parecido físico, pero sobre todo les ha convertido en inseparables la pasión por el fútbol. Por eso pasan muchas horas juntos, sentados en un banco de madera del parque de Doctor Moliner, esperando que su papá lo recoja en coche para llevarlo a entrenar a la Ciudad Deportiva. Allí comparten actualidad deportiva, ilusiones y consejos.
La realidad y la experiencia del veterano contrasta con los sueños y el descaro del joven. 48 años, casi medio siglo, les separan. «Abuelo, ojalá algún día juegue al fútbol y triunfe en el Valencia como tú». «Hijo mío, para eso tienes que trabajar mucho, tener mucha tranquilidad y crecer poco a poco cada día como futbolista. Ahora lo importante es que disfrutes del fútbol y si sigues con tu progresión ya tendrás tiempo de pensar en otras cosas». Palabra del abuelo, palabra del que fuera ídolo de toda una generación del valencianismo.
El pequeño Darío luce con orgullo ser nieto de una de las leyendas vivas del Valencia. La familia está orgullosa de sus primeros pasos. Sin embargo, quieren que se le reconozca por sus méritos deportivos y no sufra la carga de «envidias» y «celos» que pueda despertar su apellido a estas edades. De momento, lo está consiguiendo. El arranque de la Liga del nieto de Valdez ha llamado la atención en la escuela.
Sólo él ha conseguido marcar en seis de los siete partidos oficiales del Cadete B en Primera Regional. Marcó dos a La Creu, dos al Tavernes Blanques, dos al Alboraia, uno al Acero, otro a la UD Paterna y, de nuevo, vio puerta el pasado fin de semana, ante Crack´s. Nueve goles en siete jornadas que le convierten en el tercer máximo goleador de la escuela en Fútbol-11, sólo por detrás de Juan Delgado y Paco Alcacer. «Lo está haciendo bien, le están saliendo las cosas, pero tiene que mantener la calma. Está contento en el equipo, se hace querer por el resto de compañeros y esperemos que siga igual de centrado», decía su abuelo.
¿Y se parecen? Desde que lo vio jugar, Valdez cree en la genética. Sin embargo, nunca le ha dicho que va a ser jugador de Primera «como hacen algunos padres con sus hijos». «El tema de los genes es verdad, ni se ven, pero hay que creer en ellos. Es increíble. Tiene cosas de jugar, Yo nací con talento y con lo que me dijeron y lo desarrollaron de la gente que me enseñaba. Yo aprendí viendo jugar a otros y eso es lo que tiene que hacer. Yo no le puedo decir que va a ser jugador como hacen algunos padres con sus hijos. Lo importante es que tiene inteligencia para seguir adelante y nosotros le ayudaremos a que el camino sea menos empedrado. Pero tiene generosidad, y voluntad y eso a estas alturas es casi tan importante. Él se divierte, no es egoísta, es generoso con el compañero y se le ve una satisfacción al jugar que nos entusiasma».
El ex futbolista del Valencia ahora prefiere valorar más su inteligencia, su generosidad, su voluntad y su entusiasmo por divertirse porque «ya tendrá tiempo luego de exigirse». Un recuerdo del gran Mario le viene como anillo al dedo para que su nieto entienda que tiene que jugar para divertirse. Se lo ha repetido más de una vez a su nieto. «El fútbol no tiene que pensar que quiere jugar al fútbol, tiene que jugar y ya está, ya se irá exigiendo. Yo siempre le digo que salga a divertirse y siempre le pongo el ejemplo de Mario.
¡Kempes salía al campo y no sabía ni contra quien jugaba».
Darío nació en Valencia hace quince años cuando su abuelo ya se había retirado. No puedo disfrutar de él ni en Mestalla ni desde la televisión de su casa, pero lo conoce como si lo hubiera visto toda la vida. «Me han contado muchas cosas de él. Que tenía mucha calidad, que tenía un buen regate, que era rápido, muy peligroso, que marcó goles importantes y que la gente lo quería mucho».
A Valdez se le cae la baba escuchando a su nieto, como cuando él elogia al niño. «Tiene condiciones bárbaras para jugar al fútbol. Es alto, tiene mucha potencia y tiene gol, pero siempre le digo que lo que tiene que hacer es disfrutar del fútbol, divertirse haciendo deporte y no pensar en nada más. Le sacamos de la escuela para que creciera en el Valencia poco a poco y eso es lo que tiene que hacer». Darío se formó en la Escuela de Fútbol Valdez. Allí comenzó a jugar desde benjamines hasta dar el salto el pasado verano al Cadete B del Valencia. Su próximo meta es marcarle este fin de semana al CD Serranos. Su objetivo, subir al Cadete de Autonómica antes de que finalice el año. Su sueño, seguir los pasos de Valdez en el primer equipo. Esos sobre los que el abuelo y nieto hablan todas las tardes en aquel banco de madera.

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