Había una vez una ciudad deportiva en una ciudad cualquiera. Los chicos que iban a ese lugar a aprender a jugar al fútbol y hacerse hombres de provecho, llegaban de la capital y de pueblos cercanos, o de otras ciudades y provincias.
Como suele suceder en estas escuelas deportivas, el lugar tenía muy buenos entrenadores y educadores, los cuales les enseñaban como disfrutar de jugar al fútbol y sobre todo compañerismo, deportividad y honestidad, y que ante todo; lo que mas importaba era el aprender y ser primero que nada una buena persona de futuro y un buen profesional del fútbol y que su entorno y su afición se sintieran orgullosos de ellos como personas y jugadores.
A esta escuela deportiva todos los niños querían ir, pues aprendían a jugar al fútbol y a ser personas y desde el director de la escuela, hasta el utillero de cualquier equipo, siempre les llamaban por su nombre y se preocupaban de como estaba él y como le iba al equipo.
La cuestión es que, un día, Juan Martínez al volver a casa les dijo a sus padres:
- ¡Mirad, mirad!... ¡mirad lo que me ha puesto mi entrenador en esta nota para que os de! -
Los padres miraron la nota y leyeron esto: "señores padres, les informo que su hijo Juan Martínez es el mejor de la escuela".
Los padres de Juan Martínez abrazaron ha su hijo, porque si el entrenador había escrito aquello, ellos se sentían muy orgullosos de su hijo.
Sin embargo, al día siguiente, otro chaval llevó a su casa algo parecido. Este chico se llamaba José López, y corrió a contarles a sus padres lo que le había escrito él entrenador:"señores padres: les informo que José es el mejor de la escuela".
Y ahí no iba a terminar la cosa. Al otro día, Miguel Rodríguez llegó a su casa chillando como loco de alegría:
-¡Mira mama, mira!, el entrenador me ha puesto una felicitación para que os la de, mirad que pone: "señores padres, les informo que su hijo Miguel Rodríguez es el mejor de la escuela".
Así los 300 alumnos de la escuela llevaron a sus casas una nota que aseguraba: "Su hijo es el mejor de la escuela".
Y así hubiera quedado todo, si el hijo del regente de un bar no hubiera llevado su felicitación. Porque os cuento: el propietario del bar, don Pedro Núñez, apenas se enteró de que su hijo era el mejor de la escuela, dijo:
- Vamos a hacer una fiesta; ¡mi hijo es el mejor de toda la escuela! Hay que hacer una paella y luego baile. Mi hijo es el mejor de la escuela de fútbol y lo vamos a celebrar como Dios manda.
Y escribió una carta al director de la escuela de fútbol: "Mi estimadísimo y distinguidísimo director: el sábado que viene voy a hacer una paella en honor de mi hijo. Usted es el primer invitado, le pido que avise a los demás alumnos de la escuela para que vengan con sus padres. Muchas gracias. Pedro Núñez, Propietario del Bar Hermanos Núñez".
Imagínense el revuelo que se armó. Ese día cada chico voló a su casa para avisar del convite. Y como sucede siempre entre la gente sencilla, nadie faltó a la fiesta. Bien sabe el pobre cuánto valor tiene reunirse, festejar, reírse un rato, cantar, saludarse, brindar y comer una buena paella.
Por eso ese sábado todo el mundo bajó hasta el Bar de Pedro Núñez, que estaba más adornada que nunca. Enseguida se armó la fiesta. Mientras los padres contaban sus cosas, las bebidas iban de mano en mano, y la paella se iba haciendo. Por fin Pedro Núñez, dio unas palmadas y pidió silencio. Todos prestaron atención. Seguramente iba a comunicar una noticia importante. Y Don Pedro Núñez leyó el siguiente discurso:
"Señoras y señores los he reunido para festejar una noticia que me llena de orgullo. Mi hijo acaba de ser nombrado por el director de la escuela de fútbol como el mejor jugador. Nada más y nada menos."
Levanto el vaso con vino y continuó: "Por eso los invito a levantar el vaso y brindar por este hijo que ha honrado a su padre, su apellido y a su país".
Contra lo esperado, nadie levantó el vaso. Nadie aplaudió. Al revés. Los padres empezaron a mirarse serios. El primero en protestar fue el papá de Juan Martínez:
-"¡Yo no brindo nada el mejor es mi hijo!"
Así comenzaron los gritos porque cada cual desmentía al otro. Entonces se oyó la voz del director de la escuela:
-¡Paren, cuidado con lo que van a hacer!... Esto es una fiesta...
La gente bajó las manos y se quedó quieta. Por fin uno dijo:
-Director usted ha dicho una mentira, usted le ha dicho a todos lo mismo.
Y el director comenzó a reírse como loco de contento, y dijo:
- Bueno. Ya veo que están todos confundidos. Escuchen bien y abran las orejas, pero abran también el corazón. Porque si no entienden, adiós, fiesta. Yo seré el primero en marcharme. Yo no he mentido. He dicho la verdad. Verdad que pocos ven y por eso no me creen. Voy a darles el ejemplo de que digo la verdad. Cuando digo que Miguel es el mejor, no miento; Miguel no sabrá regatear bien o dar pases largos pero es el mejor cortando balones... Y cuando digo que Juan es el mejor de la escuela, tampoco miento. Y Dios es testigo que aunque es un poco revoltoso, es el más dispuesto para ayudar en lo que sea...
Y así lo fue haciendo con cada uno de los 300 alumnos. Y agregó:
- ¿Debo seguir explicando? ¿Acaso no entendieron? Soy el director y debo construir el mundo con estos chavales, sus hijos. Entonces ¿con qué levantaré al equipo? ¿Con lo mejor o con lo peor?...
Poco a poco cada cual se fue buscando su hijo. Y lo miró con ojos nuevos. Porque siempre habían visto principalmente los defectos y ahora empezaban a sospechar que cada defecto tiene una virtud que le hace contrapeso. Y que es cuestión de subrayar, estimular y premiarlo mejor.
Y entonces el Pedro Núñez gritó:
-¡A comer que la paella sé en fría !... ¡Y a brindar porque el festejo hay que multiplicarlo por 300!
Este es mi cuento de Navidad anticipada, que nadie vea cosas raras solo es un cuento donde la moraleja es que todos somos importantes, nadie es más que otro y que el saludo, el respeto y conocimiento de cada uno de los miembros de una escuela es importante saber pues al conocer y saber el nombre de tus alumnos y saber como se encuentran es la mejor manera de motivarles y de hacerles sentir que son muy importantes para la escuela y el futuro del equipo.
Un saludo de un puto loco que cree que todo con una buena charla y un buen café, todo tiene solución.
Feliz Navidad
lunes, 21 de diciembre de 2015
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